Todos tenemos una idea clara de la importancia de la salud en nuestra vida. Solo faltaría. Nos imaginamos o, mejor aún, sabemos con certeza lo que debemos hacer para llevar una vida saludable y sana. Ello no quiere decir que lo cumplamos, desde luego, pero la idea la tenemos: hacer deporte, no fumar, alimentación sana…cuidarnos, en definitiva. Por eso, el hecho de que estemos habituados a pensar en que somos gente sana nos sitúa con frecuencia en interesantes conversaciones con amigos y vecinos sobre nuestros secretos de belleza, bienestar y salud. Recurrimos a un “revolutum teórico-popular” que mezcla nuestras experiencias, los “trucos de la abuela” y lo que hemos leído en Internet. De ahí que a la automedicación solo exista un pequeño paso. Nos convertimos en una especie de brujos caseros o curanderos domiciliarios; opinamos de todo: corazón, psiquiatría, oftalmología, traumatología, y haciendo furor hoy en día el fisioterapeuta amateur.
Ahora bien, tontos no somos; a pesar de lo habituados que estamos a este tipo de comportamientos tenemos claro que nunca nos operará de apendicitis el vecino, por mucho que nos haya contado mil veces como le fue a él su operación, ni tampoco entraremos en discusiones técnicas con el oftalmólogo de la Seguridad Social que nos debe operar de cataratas. No le discutiremos si la técnica adecuada de la intervención es la que aplicará o justo la contraria. Sencillamente porque no tenemos ni idea, salvo que seamos médicos, claro, y aunque lo fuéramos puede que no sea nuestra especialidad y aunque sí lo sea, y precisamente por ello, aún opinaríamos menos, porque como buenos profesionales, no abriríamos la boca hasta que estudiáramos el caso concreto del paciente a operar. Supongo que cuando uno sabe algo de los temas de los que habla, la prudencia deja de ser una virtud para ser una necesidad.
Por ello, y a pesar de nuestra impericia en las herramientas y técnicas que se emplean en hacer de la salud y de la medicina una técnica compleja, hay algo que nos sigue impulsando a sentirnos vinculados a sus resultados y opinar siempre de sus consecuencias, como si las conociéramos. Bastará que los resultados de la operación de cataratas no sean los esperados para que no dudemos en expresar aquello de que “eso ya te lo podías imaginar”. Puede ser hasta normal cuando el que sufre las consecuencias eres tú, pero no deja de ser curioso que sigas mostrando tu opinión, nada docta por cierto, cuando las consecuencias las sufre un tercero.
Si nos paramos a pensar en tan curiosa forma de actuar, llegamos a la conclusión de que, muy al contrario, nunca opinamos con la misma contundencia sobre otras materias complejas pero diferentes, como, por ejemplo, la ingeniería de caminos; sobre como construir un puente en la autopista con ocho carriles y un desnivel de 300 metros se nos come la lengua el gato y, desde luego, si algún día el puente se cayera por defectos en su construcción tendremos claro que con la boca cerrada estamos más guapos, porque de eso…ni idea; no podemos opinar de lo que no conocemos. Ahí lo tenemos claro.
Curiosamente la medicina puede ser tan compleja como la ingeniería, lo sabemos cuando nos sometemos a sus especialistas y no a curanderos, pero nos sentimos mucho más cercanos a las opiniones médicas, aunque sea sobre técnicas que desconocemos. Supongo que ello se debe a que la salud forma parte de la esencia del individuo, de aquello que consideramos fundamental en nuestra existencia, y la ingeniería de caminos, sin duda, no lo es.
LA JUSTICIA Y LO JUSTO.
Con la Justicia pasa lo mismo. El concepto de “lo justo” forma parte igualmente de la esencia del individuo. Desde que el hombre vive en comunidad la idea de que cada uno reciba lo que le corresponde es inherente a su persona, y no solo con respecto a unas normas de convivencia con los demás, sino incluso a su propio comportamiento ético. Justicia y ética son las dos caras de la misma moneda. Pero como con la medicina y la ingeniería, la construcción de lo que es justo para cada caso concreto es verdaderamente compleja, y más en una sociedad poliédrica como es la nuestra. Más de dos mil años de creación de conceptos jurídicos, normas, leyes y procedimientos hacen de la Justicia un concepto con una técnica de aplicación tan oscura para el profano como la ingeniería.
Pero al igual que con la medicina, hay algo que nos hace sentirla cercana, “opinable”, nuestra. Como con ella, las opiniones siempre se basan en lo que percibimos en relación al resultado final y a la composición mental que hacemos de lo que esperamos con respecto a aquel. Opinamos sin saber, sin conocer las normas, los procedimientos, los antecedentes; sin conocer el caso concreto…pero opinamos igual, a pesar de nuestra ignorancia porque todos tenemos una idea clara de lo que debe decir la Justicia.
¿Y por qué la tenemos? Sin duda porque no somos neutrales y cuanto más parciales somos más esperamos de la Justicia y cuanto más se aleja de nuestra parcialidad el resultado final más “injusta” nos parece la Justicia. Ello quiere decir que cuanto más nos alejamos nosotros más lejanos nos parecen sus resultados, posiblemente porque esta es, curiosamente, más justa.
¿Y por qué nos volvemos parciales? Sin duda porque en muchas ocasiones tenemos intereses personales en sus resultados, lo cual es lógico en los temas que nos afectan directamente, o lo que es más complicado de entender, porque “alguien” nos ha convencido previamente de lo que es justo. Estamos predispuestos a la convicción por terceros e incluso a la manipulación. Esperamos como justo lo que otros nos han convencido de que lo es. Y este es el problema, la parcialidad por manipulación. Políticos y medios de comunicación saben hacerlo bien cuando quieren.
La virtud de un juez no es solo conocer, saber y aplicar un sinfín de normas complejas y procedimientos laberínticos, no; es la profesionalidad en la independencia y la imparcialidad en la decisión lo que le convierte en una persona justa. Una persona que puede aplicar unas normas que, al fin y al cabo, buscan precisamente eso, la justicia material, y que solo son posibles si quien las aplica lo hace con independencia de juicios previos y manipulaciones; con la imparcialidad de quien no tiene interés en el resultado final.
A pesar de ello, de su conocimiento técnico general, de su capacidad para ser imparciales y del detallado estudio al que someten el caso que juzgan, los jueces y la Justicia suelen ser objeto de críticas de forma habitual por quienes, al contrario, sí tienen intereses en el resultado final, no siempre conocen la normas que critican y suelen actuar de forma intencionada como manipuladores del “sentir popular”. Pero así es, nada hay que decir. La justicia, como la salud, forma parte de nuestra esencia. Conozcamos o no los caminos para conseguirlas siempre opinaremos de ellas.
JUSTICIA IGUAL PARA TODOS.
Con esa idea de opinar de lo que no conocemos, quiero traer a estas líneas el asunto que ha ocupado las páginas de los periódicos estos últimos días. Parece haberse convertido en el paradigma de lo que debería ser la “justicia igual para todos”. No hace falta que os explique los antecedentes para que sepáis de qué estamos hablando: por primera vez un miembro de la familia real podría ser imputado por la comisión de un delito.
¿Qué pretendemos decir y qué pretendemos que ocurra cuando hablamos de que la Justicia sea igual para todos en un asunto como este? Pues no lo sé que pretende quien lo diga, pero eso es imposible. No puede ser igual para todos cuando las circunstancias que rodean un asunto como este no son iguales que las del resto. Para que lo fueran no deberíamos estar pendientes de su resultado, no conoceríamos al juez que instruye, al abogado que defiende, a los imputados, no se les esperaría para insultarlos, nadie escribiría sobre el tema, ni opinarían los tertulianos televisivos. Nos sería absolutamente indiferente, exactamente igual que los miles de casos jurídicos que se resuelven cada año. Pero ocurre todo lo contrario; no hay medio de comunicación que no esté pendiente de cualquier noticia que pueda producirse e informe detalladamente al respecto dando su opinión, unas veces parcial y otras menos. Si el presupuesto de partida no es el mismo difícilmente podemos pedir igualdad en el resultado. ¿O sí?
Supongo que para un juez debe ser difícil sustraerse a la responsabilidad de sus decisiones cuando todos están esperando el resultado para criticarlo de una manera u otra. Parece claro que no deja de ser un contrasentido pedir igualdad de trato a los demás cuando tú mismo como espectador no vas a tratar el resultado con la misma igualdad que al resto de asuntos parecidos a este, entre otras cosas porque los ignoras. Desconoces completamente cuáles fueron los resultados a los que esperas que se asemeje el que estás predispuesto a opinar pero no te duelen prendas en considerarlo “injusto” si así lo lees en la prensa. ¿Injusto frente a lo que ignoras que es justo?
JUSTICIA SIN TRATO DE FAVOR.
Por lo tanto, no deberíamos pedir igualdad a lo que no tratamos igual. Realmente lo que debemos pedir es otra cosa: un trato no favorable. Que nadie se pueda favorecer por su apellido o por su posición institucional de unas ventajas procesales y materiales que sean excepcionales para los demás parece una exigencia natural al concepto de lo justo. Y de eso precisamente es de lo que debería tratar el análisis que hagamos de este caso. De no beneficiar a quien no debe ser beneficiado.
El problema nos llevaría al primer planteamiento que os he ofrecido. ¿Estamos en situación de opinar sobre temas complejos que desconocemos en toda su extensión? Si hablamos de Justicia nuestra tendencia sería a opinar en todo caso, pero estaría bien hacerlo con un mínimo conocimiento de los hechos y desprovistos de ideas preconcebidas o elaboradas por otros. En caso contrario nos colocaríamos como “opinadores” injustos y parciales, exactamente en la misma posición que lo que pretendemos criticar.
No sé si es bueno o malo, y si ello incumple las normas de la intimidad procesal, pero en asuntos como estos prácticamente todas las decisiones judiciales aparecen íntegras en las páginas web de los medios de prensa, lo que no deja de ser otra excepcionalidad para la presunta igualdad de trato que pretendemos, pero sin duda permite a los ciudadanos que quieran molestarse en poder tener una mejor opinión del asunto poder valorar el posible trato de favor.
Desde estas premisas, y como mero ejercicio ciudadano de opinar de aquello que puede ser de interés social y político, reconociendo en todo caso las limitaciones en el juicio que todos debemos valorarnos previamente, os daré mi opinión sobre el asunto que nos ocupa.
UNA OPINIÓN.
No dejan de ser opinables situaciones específicas que se han dado en este asunto y que podrían alejarle de lo que suele ser habitual: una tardía imputación se acompaña de un recurso del fiscal a un auto de un juez. Ni una cosa ni otra parecen formar parte de las rutinas habituales, pero para criticarlas se necesita un conocimiento de los hechos que no está a nuestro alcance. Una imputación no apresurada pero en su momento, anterior al actual, no debería haber sido acompañada de un recurso del fiscal. Esto visto desde fuera parece fácil de escribir pero cuando profesionales como los que nos ocupan adoptan las decisiones que adoptan siempre suelen ir acompañadas de motivos de peso. No me cabe duda de que así habrá sido.
En el conocimiento que podemos tener por los medios de comunicación del asunto la imputación podría parecer prudente para evitar sospechas de parcialidad, pero de la misma forma podría entenderse lo contrario, que el hecho de querer asegurar la imparcialidad y evitar el trato de favor supusiera precisamente lo contrario, un peor trato que en supuestos similares. Suele ser habitual que cuanto más pendiente estén de tus decisiones más dudes de cuáles deben ser estas y de la interpretación que puedan hacer de ellas los demás.
En estas circunstancias la decisión reciente de la Audiencia Provincial de Baleares me parece una pieza jurídica de gran valor y que posiblemente no haya sido entendida correctamente. Creo que pone su máximo interés en asegurar un trato imparcialidad después de un análisis exhaustivo del asunto que conoce. Lo digo porque los que han tomado partido por la imputación, supongo que entendiendo que lo contrario era un trato de favor, la han criticado duramente olvidando o desconociendo que en su contenido se hacía una ferviente defensa de la igualdad de trato y precisamente por ello consideraba que, de ser imputada, lo debía ser por unos delitos que, en principio, no habían sido considerados en el auto del Juez. Creo que de ser yo la persona a imputar me preocuparía más un auto como este que el que pretendían los partidarios del simple sí a la imputación propuesta.
Me ha llamado la atención que los Magistrados no han seguido el camino más fácil, imputar o suspender esta sin más, sino que tras elaborar un minucioso examen de todos los delitos posibles y de sus consecuencias han encontrado el camino que consideran adecuado para una imputación con visos de convertirse en acusación. Los partidarios de la imputación deberían estar contentos con la decisión, curiosamente al contrario de lo que se ha transmitido. La Audiencia ha cerrado una pequeña puerta y ha abierto una gran ventana, posiblemente una ventana indiscreta.
Digo indiscreta porque lo que manifiesta la Audiencia es, más o menos, lo siguiente: si quien ha generado o "producido" el dinero es él, delito fiscal de él; si quienes han generado ese dinero son los dos: posiblemente delito fiscal de los dos; si quienes han escondido el "dinero sucio" que procedía de otro delito previo -malversación- con conocimiento de ello, son los dos: delito de blanqueo de capitales de los dos. Todo queda en manos de las pruebas que aporte el juez instructor. ¿Parece una mala decisión y un juicio incorrecto por parte de la Audiencia? A mí, no me lo parece; todo lo contrario.
Desde luego como ciudadano “opinador” tienen mi reconocimiento y posiblemente deberían tener también el del juez instructor y el del fiscal, que después de este auto se deberían sentir obligados a situarse en el lugar donde se encontraban hasta hace poco: en el mismo barco.
Creo que este auto judicial ha hecho más por la "Justicia" que lo que la mayoría de medios de comunicación están transmitiendo. Si no estáis de acuerdo con mi valoración estoy dispuesto a debatirlo, pero os agredecería que leyeráis antes su contenido. Así podréis apreciar lo que os parezca parcial:
http://estaticos.elmundo.es/documentos/2013/05/07/auto_infanta.pdf
Opinar con conocimiento convierte a la Democracía en un sistema político de verdadera participación y no en el paraíso de los demagogos.