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4 septiembre 2012 2 04 /09 /septiembre /2012 00:57

En 1928 el Partido Nacional Socialista Alemán (NSDAP) estaba a punto de desaparecer. Es habitual creer que las duras condiciones económicas y la humillación que Francia impuso a Alemania en el Tratado de Versalles, con el que, junto a otros Tratados, se puso punto final a la Gran Guerra en 1919, fue la causa del auge del nazismo y por ende de la Segunda Guerra. Sin duda no se puede desconocer su importancia y ello fue explotado hasta la saciedad por los irracionales y demagogos nacional-socialistas.

 

No obstante, los Acuerdos de Locarno de 1925 impulsados por la Sociedad de Naciones, precedente de la Organización de las Naciones Unidas, supusieron un cambio radical a la situación, a la que se unió la posterior condonación de las compensaciones alemanas de guerra. Había nuevos argumentos para una paz duradera. El dinero procedente de Estados Unidos modificó las condiciones económicas del país, que vivió una importantísima expansión de sus antiguas y pujantes industrias, ya de por si muy poderosas. Por ello, en 1928 el crecimiento del partido nazi, basado en los agravios comentados, y que en los primeros años de la década encontró el caldo de cultivo en la pequeña burguesía y en parte de la clase trabajadora, se desmoronaba a pasos agigantados. La bonanza económica era el peor aliado de los extremistas nazis.

 

De repente, sin que nadie supiera por qué, todo se vino abajo. La crisis de Wall Street americana afectó a Alemania mucho más que al resto de países europeos. Una parte importante de los ahorros de los norteamericanos financiaban a las industrias alemanas. Al hundirse aquellos, en pocos meses Alemania entraba en la peor de sus crisis. Era difícil de entender para los alemanes esta situación y cuáles podían ser las causas de la misma. Hitler aprovechó su oportunidad; era su momento.

 

El éxito del NSDAP debía basarse en ideas muy simples para explicarle al pueblo alemán cual era el origen de la crisis económica. Nada de escuchar a economistas que explicaran causas complejas basadas en políticas monetaristas, el patrón oro, la devaluación de la moneda o el aumento de la deuda exterior. Al pueblo hay que darle lo que quiere: explicaciones sencillas que pueda entender y sobre todo patrióticas.

 

El problema de la crisis tenía dos explicaciones: el pueblo alemán necesitaba una expansión territorial que le garantizará su progreso económico y le devolviera como mínimo sus antiguas fronteras. La segunda era aun más  fácil de entender, los culpables eran los judíos.

 

El antisemitismo formaba parte de la cultura centroeuropea desde tiempos inmemoriales. Su sentimiento de pueblo diferenciado, sus costumbres, religión y su facilidad para el comercio y el dinero les había convertido en el chivo expiatorio adecuado. Ya no era necesario estudiar economía para entender las causas de los males del pueblo alemán. Hegel, Nietzsche o Marx también eran alemanes pero el desprecio a la  razón se apoderó de Alemania.Era increíble que el más racional de los pueblos fuera arrastrado por la exaltación de la irracionalidad y de los sentimientos destructores.

 

Cuando las SS, casa por casa, registraba para buscar a sus vecinos judíos y llevárselos no se sabía muy bien dónde, organizándo de forma “espontánea” linchamientos y escarnios públicos con ellos de protagonistas, buena parte de los alemanes consideraban que con ello contribuían a poner en orden sus finanzas. Por primera vez entendían de economía. Al fin y al cabo era bien sencillo: los judíos tenían la culpa de todo.

 

Resulta sencillo buscar falsos culpables que expliquen la causa de los problemas, sobre todo si estos se basan en la demagogia y en los lugares comunes aceptados por “todos”. Sin duda nos equivocaremos. Sin duda lo habéis entendido.

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Comentarios

V
Ante esta perspectiva yo me plantearía cambiar de casa y de vecinos. Aunque ahora el mercado inmobiliario no da mucho juego.<br /> Si es tan bonita, pueden declararla bien de interés cultural y desalojarla de los incordiantes vecinos y dedicarla a museo.
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R
<br /> <br /> El problema de los vecinos es que todos creen que los que incordian son los demás.<br /> <br /> <br /> <br />
V
¿Es posible trasladar el ejemplo alemán a la España de nuestros días?.<br /> Vamo a ver: judíos no tenemos que los echamos hace siglos. Con los banqueros y los dueños del ladrillo no es cosa de meterse. Y claro, con los obreros de la construcción tampoco que ya están en<br /> paro.<br /> A los extranjeros ni tocarlos, que tienen que pagar la hipoteca de la casa que les vendimos.<br /> Nos quedan los políticos y los funcionarios, pero aquéllos tienen uñas y dientes y claro... bueno, ya hemos dado con los funcionarios.<br /> Más fácil lo tienen los nacionalistas, la culpa es de España que nos roba (bueno los vascos no lo dicen por ahora, que esperan a ver que sale del cupo). No hay que olvidar que los nazis eran<br /> nacionalistas.<br /> Así que las posibilidades de que aquí cunda el ejemplo de Alemania de entre guerras son pocas, salvo en lo ya visto.<br /> Cuestión distinta es que la gente, harta de la situación, deje de votar para que al menos no la engañen.
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